Buenos Aires, 29 mar (Sputnik).- A principios de mes, el presidente argentino, Alberto Fernández, abrió las sesiones ordinarias del Congreso legislativo y, como es costumbre, revivió el pedido de soberanía de este país sudamericano en las Islas Malvinas (Falklands para los británicos).
Además de anunciar que pidió se realice una tercera etapa de la misión que nació tras el único acuerdo firmado por las partes en este conflicto.
“Nuestro compromiso de homenaje a los caídos en Malvinas se expresa en sostener la política de identificación de nuestros soldados que quedaron en esa parte del territorio nacional”, dijo el mandatario al respecto de las dos misiones que el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) desplegó en el cementerio de Darwin, ubicado en la isla Soledad.
En la segunda fase del proyecto humanitario, la CICR encontró en agosto los restos de seis personas al exhumar una sepultura colectiva conocida como C.1.10 en el cementerio Darwin del archipiélago.
Así fueron identificados cuatro exsoldados argentinos que combatieron en la Guerra de las Malvinas contra Reino Unido, desatada en 1982.
Este sábado 2 de abril se cumplen 40 años del inicio del conflicto bélico de las Malvinas
Las nuevas identificaciones se suman a las 115 que se descubrieron durante el primer proyecto humanitario, que transcurrió entre el 18 de junio y el 5 de agosto de 2017.
Pero, además del CICR, hay un actor fundamental en todo este trabajo, y es el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), reconocido por su trabajo en Malvinas, pero también en tumbas masivas de Siria, Nicaragua y la de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en México, entre otras misiones.
“Lo que sigue ahora es continuar buscando a los familiares para poder identificar a los siete soldados que nos faltan, no son muchos, pero son los últimos y los más difíciles”, cuenta a esta agencia la coordinadora de la unidad de casos del EAAF, Virginia Urquizu.
Y agrega: “Ya no quedan muchos familiares, muchas veces eran hijos únicos, jóvenes y no quedan descendientes y, sin las muestras de sangre, es imposible llegar a la identificación de esos cuerpos”.
“Por otro lado estamos esperando ver si hay algún tipo de ampliación en relación a los trabajos en el cementerio, algo que depende de que los estados se pongan de acuerdo y que las familias estén de acuerdo”, advierte la antropóloga.
Fernández, por su parte, anunció que su Gobierno “expresó al Comité Internacional de la Cruz Roja el interés en la concreción de una tercera etapa de identificación de caídos en el marco del Plan Proyecto Humanitario, como parte de una iniciativa que fue lanzada en 2012 y ha tenido continuidad en los sucesivos Gobiernos”.
Según las investigaciones en el campo existe en Darwin otra tumba colectiva donde también se habrían producido irregularidades en los procesos de inhumación.
“FESTEJAR LA MUERTE”
“En lo particular, para la familia Araujo Penón fue festejar la muerte. Fue dejar de esperar. Nosotros pensamos que Eduardo estaba diseminado en Monte Longdon porque murió con una bomba en la cabeza.
El día que nos dijeron que estaba, entero, en el cementerio mi mamá pegó un grito de parto, dijo que lo volvió a tener”, contó María Fernanda Araujo, presidenta de la comisión de familiares y hermana del soldado Elbio Eduardo Araujo Penón, en diálogo con la Agencia Sputnik.
Son esas mismas sensaciones las que asaltaron a la periodista Agustina López, al entrevistarse con familiares de los soldados para escribir el libro “Darwin, una historia de Malvinas” (Editorial Galerna, 2022).
“Entender el proceso de elaboración del duelo un poco en silencio, un poco completando las piezas como pudieron”, describe López, “Un dolor inmenso que esperó a ser tratado muchos años, décadas. Y también cómo pudieron recuperar algo de la historia que quedó trunca: pudieron saber cómo murió su familiar, qué le pasó, dónde estaba”.
Para la periodista, el hallazgo de esas identidades “aporta a la memoria argentina y a la historia de este país”.
“Gracias a ese trabajo muchas familias, que fueron olvidadas deliberadamente por el estado, pudieron darle un cierre a la muerte de su hijo, su hermano, su esposo. Pudieron llegar a una placa con su nombre y apellido, algo fundamental para sostener la memoria colectiva”, completa.
Urquizu coincide: “Puede que sea una reparación, pero yo lo veo como una apertura a ciertos procesos que las familias no pudieron realizar en todos estos años. Una apertura a la certeza de la muerte de un familiar, porque sin la presencia de un cuerpo la muerte no está presente. Luego poder despedirlo y también tener información, que es algo que hasta ahora no tuvieron”.
También es la respuesta de un estado, o dos, para jóvenes soldados a los que sometieron a una guerra despareja y carente de sentido. Una respuesta que se demoró cuatro décadas en llegar. (Sputnik)