La cordura tardó ¡pero llegó!

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Frente a la decisión del actual gobierno de no organizar el Rally Dakar 2016 en nuestro país, el Colegio de Arqueólogos de Chile declara que a la luz de la catástrofe en el norte y la fuerte crisis política reinante, esta decisión era el único camino ético, moral y políticamente posible.

Al igual que el resto del país, nuestra organización se enteró por los medios de prensa que el Instituto Nacional del Deporte (IND) había oficializado su respuesta ante la empresa organizadora del rally Dakar, Amaury Sport Organization, que Chile no participaría de la versión 2016. Sin duda nos sentimos satisfechos por esta decisión ya que por primera vez en siete años se impone el juicio y la cordura, no obstante lamentamos que haya tenido que ocurrir una catástrofe de estas proporciones, como las recientes lluvias e inundaciones en el norte de nuestro país, para que el Gobierno decidiera dignificar las necesidades de su pueblo y no seguir malgastando el dinero de todos los chilenos en financiar esta carrera pseudo deportiva, que incurren en delitos fehacientementes probados siendo el único caso judicializado aquel sucedido durante la última versión 2015 cuando fueron detenidos dos pilotos por la BIDEMA de Antofagasta por delito arqueológico flagrante.

Junto con denunciar este delito, también hemos venido cuestionando que los retornos financieros y de imagen país que genera el rally Dakar son subjetivos e imprecisos. Recordemos que mientras el Norte Grande era golpeado por un terremoto el año 2014, la administración de Bachelet aceptó continuar con la realización del rally, entregando sólo por concepto de “contribución a la empresa” cuatro millones de dólares, pese a todas las necesidades existentes en estas regiones. A la fecha, en total los recursos malgastados por el gobierno de Chile en el rally Dakar oscilan en los 38,5 millones de dólares.

¿Cuál es la diferencia entre una tragedia natural y otra? Ninguna, ambas afectaron a miles de personas, ocasionaron pérdidas en daños materiales cuantiosas y asolaron a todos los segmentos de la población. Tal vez el único factor que cambia entre la decisión tomada este año, respecto del anterior, es la fuerte crisis de probidad y corrupción que enfrenta la clase política del país, quienes tratarán de aminorar cualquier nuevo escándalo que siga minando ya su menoscabada credibilidad y lo cierto es que la realización del rally Dakar en Chile reviste tales niveles de irregularidades, que es mantener al descubierto otro flanco, que es mejor aquietar.

Desde el año 2009 el Colegio de Arqueólogos de Chile ha sostenido que el paso del rally Dakar es inviable, por la destrucción que genera en el patrimonio arqueológico y natural del Desierto de Atacama. En sus distintas versiones la competencia ha incurrido en delitos que han sido obviados y amparados por el Estado de Chile, poniendo en jaque la legalidad chilena. Prueba de ello son los documentos oficiales que hemos hecho públicos y que muestran que el propio Estado de Chile a través del Consejo de Monumentos Nacionales reconoce la afectación de al menos 209 sitios arqueológicos, cantidad que llega a los 300 sitios si consideramos la última evaluación 2015 que aún no se ha hecho pública. Hemos dado largas luchas legales y comunicacionales buscado proteger el patrimonio arqueológico que subyace en el paisaje más antiguo del planeta y que resguarda, los conocimientos y formas cómo el ser humano ha habitado en el desierto de Atacama desde hace 12 mil años atrás. Sin duda esta larga historia de ocupaciones tienen un correlato con la riqueza cultural actual que caracteriza a estas regiones que hoy forman parte del territorio chileno.

Con todo, consideramos que la decisión de no participar en el próximo rally Dakar debería prolongarse en el tiempo, por el bien de Chile, del patrimonio arqueológico y nuestra diversidad cultural. Esperamos que el Gobierno de Chile aproveche esta pausa impuesta por la naturaleza, para que en el futuro próximo se actúe con sentido de Estado y no de conglomerado político, de modo de dar la cara a los verdaderos intereses y necesidades que posee la ciudadanía. En esta línea, continuaremos muy atentos al desarrollo de los hechos, cuyo final esperamos estar comenzando a escribir.