Cloroquina, remdesivir, interferón: la otra cara de los medicamentos para COVID-19

Varios de los medicamentos o tratamientos que fueron promocionados como efectivos contra el coronavirus tienen efectos secundarios sumamente negativos, advierten expertos y autoridades sanitarias alarmadas por el mal uso de drogas como la hidroxicloroquina, el interferón o la ivermectina, entre otros.

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Desde que la pandemia de COVID-19 se convirtió en la principal preocupación para médicos y científicos del planeta, los intentos de encontrar tratamientos efectivos para paliar los síntomas de la enfermedad no han dejado de anunciarse públicamente. Por ese camino han desfilado drogas como la cloroquina, la hidroxicloroquina, el interferón o la ivermectina.

Sin embargo, lo que se presentaba como avances muy auspiciosos en la lucha contra el coronavirus también agregó preocupaciones, luego de que se comprobó que el uso indebido de estos medicamentos puede provocar más efectos negativos que positivos a los pacientes.

  • Cloroquina e hidroxicloroquina

La cloroquina y la hidroxicloroquina fueron de los primeros principios activos que tomaron notoriedad por ser útiles para combatir los síntomas de COVID-19 en los pacientes, a partir de una investigación de un grupo de médicos del departamento de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario de Marsella, en Francia.

La diferencia fundamental entre la cloroquina y la hidroxicloroquina es que esta última contiene átomos de hidrógeno y oxígeno. De todos modos, ambas sustancias son utilizadas para combatir la malaria. Su uso proviene de los indígenas precolombinos de Sudamérica, que extraían el alcaloide de la quinina, una planta nativa de la zona de los Andes. Luego de 1930, la cloroquina y la hidroxicloroquina fueron sintetizados por la industria farmacéutica, generalizando su utilización.

En los pacientes con COVID-19, las sustancias comenzaron a utilizarse en combinación con el antibiótico azitromicina. Los buenos resultados evidenciados al principio —los pacientes bajo este tratamiento mostraban una mejor evolución y una disminución más rápida de carga viral— generaron un rápido entusiasmo en la comunidad internacional.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó a escribir en su cuenta de Twitter que este tratamiento, que había sido aprobado en tiempo récord por la FDA (Administración Federal de Alimentos y Medicamentos, por sus siglas en inglés) podría convertirse en “uno de los grandes hitos en la historia de la medicina”.

El tratamiento se extendió rápidamente y ya es utilizado además por países como China, Rusia, España, Italia, Francia, India y Brasil, entre otros. La demanda de las sustancias se disparó y rápidamente comenzaron a escasear en las farmacias, tal como sucedió en Ecuador tras las palabras del ministro de Salud, según recordó una médica ecuatoriana que narró a Sputnik el periplo que debió pasar para conseguir el medicamento.

La creciente fama de las sustancias trajo consigo un nuevo problema: el incremento de los usos extrahospitalario. La propia FDA tuvo que lanzar una advertencia a fines de abril al constatar “serios problemas con el ritmo cardíaco de pacientes con COVID-19 tratados con hidroxicloroquina o cloroquina, a menudo en combinación con azitromicina y otros prolongadores del intervalo QT (valor utilizado en cardiología para medir la frecuencia cardíaca)”.

Si bien su uso se ha extendido en el marco de la pandemia, la FDA recordó que la aplicación del tratamiento ha sido autorizado de forma temporal en pacientes ya infectados con COVID-19 y dentro de los hospitales. Además, “la hidroxicloroquina y la cloroquina todavía no han demostrado ser seguros y efectivos para tratar o prevenir COVID-19”.

La FDA recordó también que el uso de cloroquina e hidroxicloroquina pueden provocar un descenso de la frecuencia cardíaca (especialmente en pacientes con insuficiencia o falla renal), un incremento en los niveles de insulina y un aumento en el riesgo de sufrir hipoglicemia severa o hemólisis en pacientes con deficiencia de la enzima G6PD (glucosa-6-fosfato deshidrogenasa).

  • Ivermectina

La ivermectina se utiliza en humanos como un antiparasitario y para tratamientos contra la rosácea y la pediculosis. También es aplicado en animales para combatir los parásitos. En abril, un grupo de investigadores australianos de la Universidad de Monash publicó un estudio sobre pruebas in vitro indicando que la droga podía reducir hasta 5.000 veces la carga viral del coronavirus. El descubrimiento se presentó como muy alentador, aunque aún faltaba hacer pruebas en humanos.

Al igual que con la cloroquina y la hidroxicloroquina, el hecho de que la ivermectina puede conseguirse en farmacias preocupó a las autoridades sanitarias. La FDA también tuvo que alertar sobre los riesgos de que las personas “se automediquen utilizando productos con ivermectina destinados a animales, pensando que pueden sustituir a los destinados para humanos”.

“Estos medicamentos para animales pueden causar serios daños en las personas. La población no debería tomar ninguna forma de ivermectina a menos que haya sido prescrita por un prestador de salud autorizado y obtenido a través de una fuente legítima”, puntualizó su comunicado.

  • Interferón

El interferón Alfa 2B recombinante fue desarrollado en la década de 1980 por científicos cubanos del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de La Habana, y demostró su eficacia y seguridad en la terapia de enfermedades virales como las Hepatitis B y C, Herpes Zóster y el VIH/SIDA.

El medicamento, elaborado a partir de la proteína interferón alfa-2, logra interferir la multiplicación viral dentro de las células y también ha sido utilizado en el tratamiento de distintos tipos de carcinomas. Desde febrero de 2020 el medicamento desarrollado y producido en Cuba es empleado en China para enfrentar la epidemia de COVID-19. El éxito del tratamiento llevó a que más de 45 países solicitaran el medicamento a Cuba.

Pero no todos tienen la misma opinión. Un grupo de expertos consultados por el Ministerio de Salud de Chile concluyó que “la evidencia existente, proveniente de personas con distress respiratorio y de personas con infección por SARS-Cov-1 o MERS-CoV, sugiere que el uso del interferón podría no ser efectivo en el tratamiento de personas con COVID-19”.

Las consideraciones del panel de expertos, difundidas por el Ministerio de Salud chileno, indican que “la magnitud de los efectos deseables de usar interferón en comparación con no usar son triviales o no relevantes”.

  • Remdesivir

El remdesivir es un medicamento antiviral desarrollado por la compañía estadounidense de biotecnología Gilead Sciences. Anteriormente había sido probado en pacientes con el síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS) y el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), además del ébola, con resultados auspiciosos, de acuerdo a los Institutos Nacionales de Salud de EEUU (NIH, por sus siglas en inglés).

Las primeras pruebas con el medicamento comenzaron en febrero en EEUU. En abril, el borrador de un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) divulgado “por error” y recogido por el periódico Financial Times señalaba que los resultados con esa droga dieron malos resultados.

En efecto, el medicamento fue aplicado a 158 de los 237 pacientes que participaron de las pruebas. Al finalizar el experimento, quienes habían recibido la droga no mostraban diferencias significativas con quienes no la habían recibido, ya que su condición no mejoró y mantenían una carga viral similar. Incluso, varios pacientes experimentaron efectos secundarios y debieron dejar de recibir la sustancia, indica el informe filtrado.