Jorge González en La Cumbre del Rock Chileno 2017

Las canciones de González están tan presentes en el imaginario colectivo de Chile que el estadio se fundió en una sola voz cuando el cantante subió las revoluciones del concierto, dejó de lado la calidez de sus primeras composiciones e interpretó los viejos himnos de Los Prisioneros.

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El exvocalista de la mítica banda Los Prisioneros, Jorge González, ofreció anoche su última actuación y se elevó a los altares de la música chilena en la décima edición de la Cumbre del Rock, celebrada este sábado en el Estadio Nacional con la participación de más de cuarenta grupos.

González brindó a las más de 35.000 personas que se congregaron en el recinto un último concierto especial, íntimo, en el que hubo momentos en los que se limitó a observar emocionado como el público cantaba sus éxitos.

Postrado en una silla, visiblemente desmejorado por el infarto cerebral que sufrió hace casi dos años, alzó su voz valiente una vez más para entonar “Trenes, trenes, trenes”, el sencillo de su último trabajo en solitario.

A medida que avanzaba el show comenzaba a acrecentarse la figura de González, leyenda inmortal del rock chileno con Los Prisioneros.

Es por eso que críticos como Felipe Cussen, especialista en literatura y música de la Universidad de Santiago, destacan la “vasta importancia” de su obra y su influencia en artistas chilenos como Javiera Mena o Pedro Piedra.

“No se puede hablar de que dejará un vacío cuando existe un legado tan grande de discos que todavía podemos seguir descubriendo y escuchando por mucho tiempo”, comenta.

Otros músicos que habían amenizado previamente el festival, como la banda López, aprovecharon su actuación para agradecerle su aportación a la música chilena.

“Yo aprendí a cantar con Jorge González. Mis primos tocaban la guitarra y yo cantaba sus canciones. Si estoy aquí es por él”, confesó el líder del grupo, Álvaro López.

Las canciones de González están tan presentes en el imaginario colectivo de Chile que el estadio se fundió en una sola voz cuando el cantante subió las revoluciones del concierto, dejó de lado la calidez de sus primeras composiciones e interpretó los viejos himnos de Los Prisioneros.

De hecho pasó callado buena parte de su clásico “Tren al sur”, viendo como el estadio se estremecía al cantar.

Y en el momento más emotivo de la noche, el estadio entró en trance para entonar por última vez “El baile de los que sobran”, una composición que trascendió el estatus de mera canción para convertirse en el himno de la juventud chilena durante las protestas contra la dictadura en los años ochenta.

Tras un recital en el que afloraron las emociones en todos los asistentes, González agradeció con una simple sonrisa la entrega de la Orden del Mérito de manos del ministro de Cultura chileno, Ernesto Ottone.

Ottone también otorgó a otra figura de la música chilena, el vocalista de Los Tres, Álvaro Henríquez, el premio Icono del Rock.

Henríquez fue el mejor compañero posible en la noche de González, a la que también se unieron otras estrellas de la música chilena como Joe Vasconcellos, Javiera Mena o Chancho en Piedra, que homenajearon a la recientemente fallecida Carrie Fisher con el disfraz del personaje que le dio la fama, la princesa Leia de Star Wars.

En total, más de catorce horas de música que hicieron bailar, recordar y emocionarse a los miles de asistentes al Estadio Nacional, espectadores privilegiados de la transición de cantante a leyenda del rock sudamericano de Jorge González.