El pozo más hondo perforado por el Hombre para ver en las profundidades de la Tierra

Entre 1970 y 1992, los operadores del pozo superprofundo de Kola perforaron 12.262 metros entre las rocas, una profundidad donde la temperatura alcanza los 200 grados centígrados.

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El edificio del pozo superprofundo de Kola en 2007. Andre Belozeroff / Wikimedia Commons

Las autoridades de la región rusa de Múrmansk, en el noroeste del país, se plantean ceder al Estado la propiedad del pozo superprofundo de Kola y, quizás, abrirlo para visitas turísticas, informa la agencia Interfax.

El pozo tiene una profundidad de 12.262 metros, lo que lo convierte en el objeto científico de su tipo más hondo del mundo.

La historia de la instalación comenzó en 1970, y se debió a la carrera entre la URSS y EE.UU. para llegar a la discontinuidad de Mohorovicic, el límite entre la corteza y el manto terrestre.

El pozo está ubicado en el escudo Báltico, una antigua placa tectónica de unos 3.000 millones de años. En cuatro años, los investigadores taladraron 7.263 metros. A esa profundidad, la primera perforadora, similar a las industriales, ya no era eficaz, por lo fue necesario sustituirla por una nueva que pudiera continuar la perforación a una velocidad de 60 metros por mes. El reemplazo de maquinaria duró un año entero.

En 1983 se había logrado alcanzar una profundidad de 12.066 metros, pero al año siguiente la perforadora se rompió y una sección del aparato se quedó en el túnel principal, de manera que los científicos tuvieron que empezar labores de nuevo en el túnel de reserva. Ocho años más tarde consiguieron llegar a la profundidad actual. A ello siguieron dos averías más que impidieron continuar la perforación. En 2008, la instalación fue oficialmente cerrada.

A 12 kilómetros de profundidad, las condiciones de trabajo se volvieron todavía más difíciles, relató en 2007 el entonces director de la instalación, David Gubermán.

“Nos enfrentamos a lo que los perforadores llaman ‘curvatura natural’. Cuando las rocas duras se intercalan frecuentemente con rocas blandas, el pozo deja de avanzar verticalmente y ‘gira’ hacia las rocas suaves”, señaló el científico, en una entrevista, en 2007.

‘El pozo al infierno’

La leyenda más famosa relacionada con el pozo de Kola cuenta que al alcanzar los 12.000 metros los investigadores escucharon, a través de micrófonos, los gritos de los pecadores atormentados en el infierno.

De hecho, la historia se originó en un diario finlandés, que la publicó el 1 de abril de 1989, pero al poco tiempo ya la divulgaban medios de todo el mundo, dando al pozo superprofundo una inesperada popularidad.

“Para mí, estas publicaciones fueron una completa sorpresa. Trabajábamos tranquilamente […] y de repente una ráfaga de llamadas telefónicas cayó sobre nuestra oficina. […] Finalmente, le pregunté directamente a una persona que llamó: ‘¿Por qué todos se interesan repentinamente por nosotros?’ ‘Bueno’, respondió, ‘en todos los periódicos dicen: ‘Llegaron al infierno y despertaron a los demonios“, recuerda Gubermán.

No obstante, las condiciones en el fondo del pozo sí podrían considerarse infernales, ya que, dada la proximidad del núcleo terrestre, a esa profundidad la temperatura es de 200 grados centígrados.

¿Qué valor científico tiene?

Durante la perforación, los investigadores extrajeron del pozo superprofundo de Kola 4.400 metros de muestras de rocas que les permitieron analizar la estructura de la corteza continental.

“Se suponía que a una profundidad de unos 7.000 metros se descubriría la llamada discontinuidad de Conrad entre granitos y basaltos. Al final, entramos en los granitos, es decir, las arqueas, a una profundidad de 6.840 metros, y ya no los abandonamos. No había basaltos ni siquiera a 12.000 metros. De manera que el pozo mostró que la estructura de capas de la corteza terrestre no es un dogma“, explicó Gubermán. El antiguo director del pozo reveló otro descubrimiento geológico inesperado, y es que las rocas extraídas a 3-4 kilómetros de profundidad resultaron casi idénticas a las de la Luna.

Al mismo tiempo, el pozo supuso un avance importante también para la biología, ya que, al detectar en las muestras 14 especies de microorganismos petrificados, los investigadores constataron que la vida en nuestro planeta se originó al menos 1.500 millones de años antes de lo que se creía.