Río de Janeiro (Brasil), 15 ago (Sputnik).- Parece que Brasil está en campaña desde hace meses, pero no. Oficialmente, la carrera hacia las elecciones presidenciales de octubre arranca este martes, y lo hace con el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011) cómodo en su posición de favorito, pero con el presidente Jair Bolsonaro en una suave tendencia al alza.
El pistoletazo de salida de la carrera que terminará el 2 de octubre (o el 30 del mismo mes en caso de balotaje) tendrá mucho de simbólico. Lula iniciará la campaña en las fábricas de la periferia de São Paulo (sureste), donde fraguó su liderazgo, primero como metalúrgico y después como líder sindical y político. Intentará así reforzar su imagen de compromiso con la clase trabajadora.
Por su parte, Bolsonaro escogió la ciudad de Juiz de Fora, en el estado de Minas Gerais (sureste), allí donde, en septiembre de 2018, fue apuñalado. El atentado marcó esa campaña y acabó catapultando su apoyo electoral. “La ciudad donde renací”, dice el presidente en el video en el que invita a participar a sus simpatizantes, acompañado del lema “Dios, patria, familia y libertad”.
Además de intentar volver a sacar rédito político a la puñalada con el relato de la supervivencia, Bolsonaro sabe que Minas Gerais es un estado clave: es el segundo más poblado del país y que suele decantar la balanza en las elecciones.
El arranque de la campaña llega con Lula favorito. Según la encuesta de BTG/FSB divulgada este lunes, tendría el 45 por ciento de los votos, frente al 34 por ciento de Bolsonaro. La diferencia es considerable, pero el actual presidente ha ido recuperando popularidad lentamente en los últimos meses, mientras que Lula se ha estancado.
Además, los vientos empiezan a soplar a favor de Bolsonaro después de mucho tiempo: aunque los precios siguen por las nubes, la inflación ha dado una tregua (en julio hubo deflación del 0,68 por ciento) y más de 20 millones de familias más pobres ya están recibiendo desde este mes una ayuda mensual de 600 reales (dólares) que también se espera que derive en más apoyo en futuras encuestas.
Lula tendrá por delante el desafío de no dejar que su electorado más fiel (el más pobre) se deje hipnotizar por la promesa “electoralista” de Bolsonaro, ya que esas ayudas terminan en diciembre, y al mismo tiempo tendrá que seguir arañando votos hacia el centro.
ADIÓS A UNA TERCERA VÍA
Cuando falta poco más de mes y medio para votar, la posibilidad de que surja una tercera vía que rompa la polarización Lula-Bolsonaro ya suena a quimera, y la única incógnita ahora es cuándo se producirá el trasvase de votos de la candidatura de Ciro Gomes (el tercer colocado, con ocho por ciento de apoyos) hacia la de Lula, ya que la mayoría de sus electorales son progresistas.
En el entorno del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula ese movimiento hacia el voto útil se espera como agua de mayo, porque podría permitir al exmandatario ganar incluso en la primera vuelta, sin necesidad de ir al balotaje. Para ello necesita sumar un voto más que el resto de contrincantes juntos, contando los votos útiles.
En los próximos días, la propaganda electoral empezará a inundar la televisión, las calles y las redes sociales y será entonces cuando empiecen a desvelarse las apuestas de los candidatos y los principales puntos del programa.
Hasta ahora, la pre-campaña ha estado marcada por los dolores de cabeza del brasileño medio en su día a día: inflación, desempleo y el regreso del hambre (hay más de 33 millones de brasileños que no acceden a alimentos), pero muy posiblemente a partir de ahora Bolsonaro intentará llevar la campaña hacia temas en los que se siente más cómodo (familia, valores, religión, etcétera). Uno de sus principales aliados, el pastor evangélico Marcos Feliciano, ya ha empezado a divulgar el bulo de que si Lula gana las elecciones clausurará iglesias.
ATAQUES A LAS URNAS
Está por verse si “fake news” como esta tendrán el impacto decisivo que tuvieron en los comicios de 2018. De momento, el Tribunal Superior Electoral (TSE) trabajó en los últimos meses codo con codo con las principales plataformas de mensajería y redes sociales para evitar la desinformación, pero los compromisos firmados pueden acabar siendo una gota en el océano.
Además de frenar las noticias falsas sobre los candidatos en sí, el TSE tendrá otra misión: garantizar la integridad del sistema de votación. Las urnas electrónicas, que se usan en Brasil desde hace más de 20 años han sido objeto de fuertes críticas de Bolsonaro, que cuestiona su eficiencia. (Sputnik)