Moscú, 4 ago (Sputnik).- Como si el mundo no tuviera suficiente con los conflictos latentes aquí, allá o acullá, la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán revolvió la situación entorno a la isla, con dos potencias nucleares frente a frente.
No se trata ahora de las habituales disputas entre Chile y Bolivia por las aguas del Silala, o entre Ecuador y Perú por algún tema fronterizo. Incluso, no son los habituales encontronazos sin armas de fuego entre soldados indios y chinos por una porción de frontera común en la cadena montañosa del Himalaya.
Allí, con garrotes y piedras, tropas de los dos países se han enfrentado en los últimos años. Ambos buscan el control de una parte difusa de los límites entre ambos, pero los dos países también -con armas nucleares inclusive- apelaron a las armas más antiguas para intentar dirimir un conflicto que tiene larga data, pero sin ir mucho más allá. Alguna escaramuza de vez en cuando y luego cada uno a su lugar.
LO DE TAIWÁN ES DIFERENTE
Desde que la isla de Taiwán se separó de la región continental de China, en octubre de 1949, Pekín hizo todo lo posible por devolver a su control administrativo al territorio insular. Las autoridades chinas han intentado, por todos los medios tener el control de la floreciente isla, al extremo de que para ella, Macao y Hong Kong elaboraron aquel principio llamado “Un país dos sistemas”.
El entonces presidente Deng Xiaoping aprobó -o elaboró- la propuesta con la intención de que la parte continental de China mantuviera su régimen comunista, y los otros territorios mencionados mantuvieran el capitalismo que tantos éxitos económicos les ha reportado.
Pero el gobierno de Taiwán nunca ha estado por la labor. Vale recordar que allí se refugiaron los funcionarios del Kuomintang cuando se fundó la República Popular China, y desde entonces solicitaron el respaldo de Estados Unidos, que ni corto ni perezoso acudió en su ayuda con la intención de mantenerlos a distancia con Pekín.
FUERZAS DE EEUU PRESENTES
Una semana antes de la visita de Pelosi a Taiwán, una flota de Estados Unidos, encabezada por el USS Ronald Reagan, uno de los portaaviones más modernos de Washington, se adentró en el Mar de China Meridional, uno de los lugares más calientes del planeta.
No fue la primera vez. En aquellas aguas es habitual ver navíos y portaaviones estadounidenses, con el pretexto de que constituyen patrullas rutinarias destinadas a garantizar un Indo-Pacífico libre y abierto, pero que tienen otro trasfondo: el de mantener a raya a China en caso de que decida emprender alguna acción para recuperar a Taiwán.
Pekín no está por esa labor. El gobierno chino prefiere que las cosas se hagan de manera civilizada, según sus propias declaraciones, pero se tomó muy mal la visita de Pelosi a Taipéi. Incluso, aviones de combate fueron puestos en disposición de combate y enviados a las cercanías de Taiwán.
Al mismo tiempo, inició ejercicios militares cerca de la isla, que incluyó el lanzamiento de misiles balísticos del tipo Dongfeng a las costas este, norte y sur de Taiwán, como parte de ataques de precisión a diferentes lugares establecidos previamente, según el Comando del Teatro Oriental del Ejército Popular de Liberación de China.
Los ejercicios militares chinos se extenderán hasta el 7 de agosto, en tanto hay pendiente una conversación telefónica entre Xi Jinping y Joe Biden, que casi seguro tendrá como tema central la visita de Pelosi y las disparadas tensiones en torno a Taiwán.
Lo cierto es que una escalada de las tensiones en la zona, que involucra a dos potencias nucleares como China y Estados Unidos, casi directamente, es lo que menos necesita un mundo donde los conflictos están a la orden del día. Porque ya no sería una escaramuza cualquiera, sino el choque entre dos potencias con fuerzas devastadoras. Nada, que dormir tranquilo a veces cuesta, al menos mientras haya una manzana para iniciar alguna discordia. (Sputnik)