Por qué Septiembre alude al séptimo mes si es el noveno

Un vistazo al origen del nombre de septiembre y la historia detrás de su posición en el calendario actual.

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Imagen de Sven Lachmann en Pixabay

Santiago, 1 de Septiembre de 2024.- Septiembre, el mes que marca el inicio de la primavera en el hemisferio sur y el otoño en el hemisferio norte, tiene una curiosa particularidad: su nombre sugiere que es el séptimo mes del año, aunque actualmente ocupa la novena posición en el calendario. Esta aparente contradicción tiene su origen en la historia del calendario romano, donde el sistema de nombres y la estructura de los meses han evolucionado a lo largo del tiempo.

Originalmente, el calendario romano comenzaba en marzo, lo que hacía de septiembre el séptimo mes del año, tal como su nombre lo indica. De hecho, el nombre “septiembre” proviene del latín septem, que significa “siete”. En la época de su creación, el calendario romano tenía diez meses, y los últimos meses del año (septiembre, octubre, noviembre y diciembre) llevaban nombres que correspondían a su posición numérica: séptimo, octavo, noveno y décimo, respectivamente.

Sin embargo, con el tiempo, el calendario romano fue ajustado para alinearse mejor con el ciclo solar. En estos ajustes, se añadieron los meses de enero y febrero al principio del año, desplazando a septiembre y los meses siguientes a posiciones más avanzadas en el calendario. Aunque su posición cambió, los nombres de estos meses se mantuvieron sin modificación, lo que generó la discrepancia que conocemos hoy.

La adopción del calendario juliano en el año 45 a.C. y, posteriormente, el calendario gregoriano en 1582, mantuvieron esta estructura, por lo que el legado del calendario romano original perdura en la actualidad. Así, septiembre sigue llamándose como si fuera el séptimo mes, una reminiscencia de un calendario antiguo que nos conecta con la historia y las tradiciones de la antigua Roma.

Aunque septiembre es el noveno mes en nuestro calendario actual, su nombre conserva un recordatorio de su origen y de cómo los antiguos romanos medían el tiempo. Esta peculiaridad es un testimonio de cómo las palabras y las tradiciones pueden sobrevivir a los cambios, ofreciéndonos una ventana al pasado a través de algo tan cotidiano como el nombre de un mes.

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