Hay varias hipótesis que podrían explicar este fenómeno. Para empezar, los cristianos antiguos celebraron la Navidad el día del solsticio de invierno.
“Respeten los días festivos y, sobre todo, el día del nacimiento del Dios, celebrándolo el día 25 del mes noveno”, rezan las Constituciones Apostólicas, que datan del siglo IV.
Pero, ¿por qué exactamente el 25 de diciembre?
En el año 45 a.C, el mítico emperador Cayo Julio César estableció un calendario en el que la fecha del solsticio de invierno cayó el 25 de diciembre y se denominó ‘bruma’. El solsticio fue seguido por una serie de fiestas llamadas Brumales y dedicadas a los dioses romanos como Líbero, Dioniso o Saturno.
No obstante, según otra teoría, la fecha tiene que ver con el día de la Anunciación, que se conmemora el 25 de marzo.
“Los cristianos agregaron nueve meses [duración del embarazo] a esa fecha”, explicó Julap. De acuerdo con otra hipótesis presentada por el historiador cristiano Pável Kuzenkov, la fiesta de Epifanía, que se conmemora el 6 de enero, tiene una historia más larga que la Navidad.
Actualmente, el solsticio de invierno se celebra el 21 de diciembre debido al hecho de que el año astronómico dura 365 días y un poco menos de un cuarto de día, algo que llevó a que en el siglo VI, el solsticio cayera el 22 de diciembre, y no el 25.
Para el siglo XVI, el desfase del calendario ya llegaba a los 10 días, de modo que el Papa Gregorio XIII, junto con una comisión científica, se vio obligado a reformar el calendario para corregir el desfase.
Como resultado, en 1582, el calendario “perdió” los diez días de octubre, aunque la Iglesia Ortodoxa rusa todavía utiliza la versión anterior del calendario, de modo que en Rusia, la Navidad se conmemora el 7 de enero.
Sin embargo, desde el punto de vista religioso, las fechas están vinculadas con los eventos astronómicos, ya que, según la Biblia, Dios creó los cuerpos celestes para “dividir el día de la noche” y determinar “las fechas, los días y los años”.
“Nuestra civilización se alejó del calendario natural, casi no miramos al cielo y vivimos según el reloj que tenemos en nuestros celulares”, indicó Julap.
A su vez, Kuzenkov admitió que el cristianismo “es una religión mística y universal, de modo que ahora ya no debe tener vínculos con los fenómenos naturales. Por ejemplo, [los rusos] celebramos la Navidad en invierno, mientras que para los argentinos, es un mes de verano”, concluyó.