La verdad detrás de los cigarrillos electrónicos

Desde que muchos países avanzaron en las restricciones al consumo de tabaco, los vaporizadores, cigarrillos electrónicos o 'Sistemas electrónicos de administración de nicotina' se volvieron más populares. En un nuevo Día internacional sin tabaco, ¿son estos dispositivos más saludables?

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CC0 / Pixabay/ Lindsay Fox

Suele reconocérsele al farmacéutico chino Hon Lik el invento del cigarrillo electrónico tal como se lo conoce en la actualidad. De hecho, fue el primero en patentar el vaporizador con nicotina, en 2003 y el primero en comenzar a explotar comercialmente el invento.

Algo que el estadounidense Gilbert Herbert no había podido hacer en 1968, cuando desarrolló un dispositivo que permitía aspirar un ‘aire aromatizado caliente y húmedo’ y sin nicotina. Si bien logró patentar su creación, Herbert no logró hacerla popular en el mercado.

El primer modelo de vaporizador de Lik utilizaba ultrasonido para generar el vapor, tal como suele utilizarse en los humidificadores domésticos. Sin embargo, aún restaba el desafío de disminuir el tamaño del dispositivo para que fuera cómodo de utilizar.

La empresa china Ruyan, para la que Lik trabajaba, mejoró el producto y comenzó a venderlo a gran escala en el mercado chino en 2004. Al año siguiente comenzaron las exportaciones y en 2007 la empresa desembarcó en el mercado de EEUU.

Según consigna el fabricante de vaporizadores Blu, en 2014 las ventas de estos dispositivos eran de 5.000 millones de dólares. El éxito mundial del producto permite estimar que en 2019 el cigarrillo electrónico producirá 15.000 millones de dólares en ventas.

Por supuesto, el éxito del nuevo invento no pasó inadvertido para las autoridades sanitarias de los países, que avanzaban en la regulación del consumo del cigarrillo tradicional. En octubre de 2014, la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprovechó una conferencia en Moscú para presentar un informe acerca de los ‘Sistemas electrónicos de administración de nicotina’ (SEAN).

En su informe, la OMS describió que “los componentes principales de la solución [utilizada en los dispositivos], además de nicotina en los casos en que está presente, son el propilenglicol, con o sin glicerol, y aromatizantes”.

“Las soluciones y emisiones de los SEAN contienen otros productos químicos, algunos de ellos considerados tóxicos”, advierte el organismo, en la misma línea.

En efecto, el informe señala que “los efectos a corto plazo derivados del uso de SEAN incluyen irritación de ojos y vías respiratorias provocada por la exposición al propilenglicol”. De todos modos, aclara que esos problemas “muy raramente” se presentan como graves en el corto plazo.

Las pruebas realizadas por la OMS arrojaron que el aerosol liberado por los cigarrillos electrónicos “contiene algunos compuestos carcinógenos y otras sustancias tóxicas que se encuentran en el humo de tabaco”. Si bien en general las concentraciones son menores a las del tabaco tradicional, en algunas marcas llegan a ser de igual magnitud.

La investigación del organismo internacional remarca que las pruebas de laboratorio realizadas “revelan que el aerosol de los SEAN no es simplemente ‘vapor de agua’ como se suele afirmar en la mercadotecnia de esos productos”.

“Los SEAN plantean graves amenazas para los adolescentes y los fetos. Además, aumentan la exposición de los no fumadores y personas del entorno a la nicotina y a algunas sustancias tóxicas”, sostiene la OMS.

Asimismo, el organismo reconoce que los vaporizadores “podrían ser menos tóxicos para el fumador que los cigarrillos convencionales u otros productos de tabaco quemados”, siempre que se utilicen “en sustitución” del tabaco tradicional y que estén “debidamente reglamentados” por los países.

Para el organismo, “el rápido aumento del consumo de SEAN en todo el mundo no se puede desestimar ni aceptar sin realizar esfuerzos por reglamentar apropidamente esos productos, con el fin de minimizar las consecuencias que puedan agravar la epidemia de tabaquismo y optimizar los posibles beneficios para la salud pública”.

A pesar de las recomendaciones de la OMS, muchas empresas aprovechan el impulso para adentrarse en el mercado de los vaporizadores. Uno de los casos es el de la tabacalera Philip Morris, que recientemente anunció su intención de migrar su mercado de los cigarrillos tradicionales hacia sus vaporizadores, conocidos como IQOS.

América Latina toma precaución a la espera de “evidencia contundente”

En América Latina, los gobiernos de México, Venezuela, Argentina, Brasil y Uruguay tienen prohibida la comercialización de cigarrillos electrónicos, entendiendo que no está comprobado que su uso no provoque riesgos a la salud.

Sin embargo, en esos países los dispositivos se venden igualmente a través de internet o plataformas de ventas online, aprovechando los vacíos legales del comercio electrónico.

Atendiendo esta situación, el Ministerio de Salud Pública de Uruguay, uno de los países que en los últimos años encabezó el combate al tabaquismo, prohibió recientemente el uso de cigarrillos electrónicos en espacios cerrados, ampliando a esos dispositivos la normativa que ya existía para el tabaco tradicional.

En diálogo con Sputnik, el presidente de la uruguaya Comisión de investigación para la epidemia del tabaquismo (CIET), Eduardo Bianco, señaló que los cigarrillos electrónicos desataron “una discusión muy grande” en el mundo.

Bianco apuntó que los dispositivos son utilizados con frecuencia en el Reino Unido como una herramienta para dejar de fumar. “Ellos dicen que les va bien pero otros países han evaluado su uso y ven que eso no es tan así”, dijo.

En consonancia con lo aportado por la OMS, el médico enfatizó que los cigarrillos electrónicos son elementos “no exentos de riesgo” y advirtió sobre los efectos que puede tener la promoción de su uso.

“La industria tabacalera los está promoviendo y esa es una de las preocupaciones que tenemos porque no son compañías ajenas a la industria las que los están desarrollando y es preocupante porque nos han engañado durante más de 60 años”, sentenció.

Bianco valoró la postura que han tenido varios países de América Latina al prohibir su comercialización en virtud de un “principio precautorio”.

“Hasta que no haya evidencia contundente respaldada por las organizaciones científicas internacionales no se van a adoptar”, complementó.