
En una de las escenas más extraordinarias de la historia de la Iglesia Católica, el papa Esteban VI presidió en el año 897 un juicio eclesiástico en el que el acusado era el cadáver de su antecesor, el papa Formoso. Este episodio, conocido como el Concilio Cadavérico, ha quedado registrado como un hecho singular que combina disputas políticas, intervenciones papales y acciones extremas en el seno de la curia romana.
Contexto político y sucesión papal
Tras la muerte del papa Formoso en 896, se sucedieron rápidamente dos pontífices: Bonifacio VI y, posteriormente, Esteban VI. La familia Spoleto, encabezada por Lamberto de Spoleto y su madre Ageltruda, recuperó influencia en Roma tras la enfermedad de Arnulfo de Carintia, y buscó castigar a Formoso, quien no había apoyado sus aspiraciones.
Desarrollo del Concilio Cadavérico
Nueve meses después de la muerte de Formoso, Esteban VI ordenó su exhumación y organizó un juicio en la Basílica de San Juan de Letrán. El cuerpo fue vestido con ornamentos papales y colocado en un trono para escuchar las acusaciones, entre las cuales se incluía el haber abandonado la diócesis de Porto para ocupar la sede de Roma, lo cual contravenía las normas canónicas.
Veredicto y consecuencias inmediatas
Formoso fue declarado culpable, su pontificado se invalidó retroactivamente, y todos sus actos fueron anulados. El cadáver fue despojado de sus vestiduras, le amputaron los dedos con los que impartía bendiciones y fue arrojado a una fosa común o al río Tíber, según distintas versiones. Una leyenda posterior sostiene que un pescador recuperó los restos, los cuales fueron más tarde sepultados nuevamente.
Repercusiones posteriores y rehabilitación
Terremoto y caída de Esteban VI
Poco tiempo después, un terremoto dañó gravemente la misma basílica donde se celebró el juicio. El hecho fue interpretado por partidarios de Formoso como una señal de castigo divino. Esteban VI fue encarcelado y estrangulado en prisión.
Reacciones papales posteriores
El papa Juan IX organizó dos concilios que prohibieron juzgar a personas fallecidas, y se restituyeron los honores a Formoso. No obstante, el papa Sergio III revirtió estas decisiones años después e intentó validar nuevamente el juicio contra Formoso, aunque la evidencia de un segundo juicio es poco clara y se basa en fuentes contradictorias.
Destino final de los restos
Tras el final del pontificado de Sergio III, los restos de Formoso fueron finalmente depositados en la Antigua Basílica de San Pedro, cerrando uno de los capítulos más insólitos de la historia del papado.
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