Valentina Tereshkova, el ícono femenino del cosmos.

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MOSCÚ (Sputnik) — La rusa Valentina Tereshkova, la primera mujer que viajó al espacio y la única que lo ha hecho sola hasta el momento, cumple 83 años, 57 después de convertirse en un ícono mundial por su vuelo de casi 72 horas y 48 vueltas alrededor de la tierra.

Tereshkova nació en la provincia rusa de Yaroslavl —unos 250 kilómetros al noreste de Moscú— y a los 16 años de edad comenzó a trabajar en una fábrica de neumáticos con la intención de ayudar a su familia y sin imaginar que una década después se robaría los cintillos de los principales medios del mundo.

Desde nuestro tiempo, su hazaña pudiera parecer solo una más entre las tantas protagonizadas por los intrépidos que se arriesgaron a volar al cosmos en aquellos momentos iniciales, pero a la joven Tereshkova no le resultó nada fácil conseguir ser la elegida para el vuelo de la nave Vostok 6.

La selección y el silencio

A principios de 1962, el diseñador jefe de cohetes de la URSS, Serguéi Koroliov, comenzó la búsqueda de las aspirantes a convertirse en la primera mujer en viajar al espacio, y Tereshkova se dio cuenta de que cumplía con los requisitos: tener menos de 30 años, medir menos de 170 centímetros de estatura y no llegar a los 70 kilogramos de peso

Al final, los encargados de la selección estudiaron a 400 aspirantes, de las cuales solo dejaron a cinco candidatas, pero la futura heroína era apenas la quinta en el listado tras los correspondientes exámenes médicos, lo cual hacía muy poco probable que fuera la elegida. Tal vez podría superar a una o dos, pero no a todas.

Sin embargo, varias cosas conspiraron a su favor, entre ellas factores políticos e ideológicos, como su profesión de obrera y haber sido hija del sargento Yuri Tereshkov, fallecido durante la Guerra de Invierno con Finlandia (1939-1940).

A todas estas, su familia no sabía nada, porque la futura cosmonauta les ocultó la verdad y les dijo que iba a una competición de paracaidistas. Solo después, a través de la radio,  sus parientes se enteraron de que había sido escogida para un vuelo espacial.

El vuelo, la hazaña…

Todavía hoy, casi seis décadas después de iniciarse los vuelos al cosmos, ser uno de los miembros de cualquier tripulación constituye una hazaña, y ser seleccionado es casi tan difícil como aquello de encontrar una aguja en un pajar.

Por entonces, solo dos años después de que Yuri Gagarin abriera el camino al espacio exterior y tras algún incidente,  a veces oculto y otras no tanto, la presencia de una mujer a bordo significaría un hito no solo para la cosmonáutica sino para la historia de la humanidad.

Luego de anularse el proyecto de lanzar dos vuelos simultáneos con tripulación femenina, el 16 de junio de 1963 la primera mujer cosmonauta, cuyo alias en esta misión era Chaika (gaviota), partió al espacio a bordo de la nave Vostok 6.

El viaje de Tereshkova no pasó sin obstáculos ni sobresaltos. Después de entrar en órbita, se produjo un fallo del sistema que no le permitió a la cosmonauta orientar la nave correctamente ni tomar el control manual. Aunque existen versiones de que el propio Koroliov se negó, desde la tierra, a que ella tuviera esa responsabilidad.

Por suerte, no pasó de ahí y 72 horas después la joven heroína regresó a la tierra, donde fue objeto de agasajos y condecoraciones, además de iniciar una vida que la llevaría a disímiles lugares del mundo, convertida ya en una personalidad internacional.

Solo 19 años después otra mujer volaría al cosmos, la también rusa Svetlana Savítskaya, quien fue pionera entre las féminas en realizar una caminata espacial.

Honores y sueños

A Tereshkova la llenaron de condecoraciones y títulos honoríficos durante muchos años, tanto de la Unión Soviética como de Rusia, tras la desaparición de la URSS y del campo socialista, en tiempos en los que también estuvo estrechamente vinculada a la política.

Tereshkova se casó un par de veces y tuvo una hija con su primer esposo, el también cosmonauta Andrián Nikoláyev. Su sueño con el cosmos perduró en el tiempo, aunque no volvería nunca más, y la llevó a proponerse para un hipotético viaje a Marte, aunque cuando se brindó para el mismo, en 2013, ya tenía más de 75 años.

La emblemática cosmonauta, diputada de la Duma Estatal Rusa, ya tiene su legado más allá de la tierra, porque un cráter en la luna lleva su nombre.