
San Joaquín, 5 de julio de 2025.- Hace más de 47 años, la NASA lanzó dos pequeños artefactos con una ambición sin precedentes: explorar los planetas exteriores del sistema solar y, si era posible, seguir más allá. Lo que comenzó como una misión de cinco años se ha convertido en el experimento científico más longevo de la historia espacial. Voyager 1 y Voyager 2, lanzadas con semanas de diferencia en 1977, siguen viajando en la oscuridad del espacio interestelar, enviando datos que ningún otro instrumento ha logrado capturar.
¿Por qué fueron lanzadas las Voyager?
Las Voyager nacieron de una alineación planetaria poco común que se da cada 176 años, y que en la década de 1970 permitía un “salto gravitacional” entre Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. La idea era aprovechar esa oportunidad para visitar múltiples planetas en una sola misión usando la gravedad como impulso. Voyager 1 se enfocaría en Júpiter y Saturno; Voyager 2 iría más allá, siendo la única nave en visitar Urano y Neptuno hasta la fecha.
Lo que estas sondas descubrieron cambió nuestra comprensión del sistema solar: volcanes activos en Ío, atmósferas complejas, lunas desconocidas, anillos invisibles y campos magnéticos sorprendentes. Pero su legado no terminó ahí.
El salto al espacio interestelar
Tras completar su recorrido por los planetas gigantes, las Voyager recibieron una nueva misión: convertirse en los primeros objetos humanos en abandonar la heliosfera, la burbuja de partículas solares que envuelve nuestro sistema.
Voyager 1 cruzó la heliopausa (el límite del sistema solar) en 2012.
Voyager 2 lo hizo en 2018, desde una trayectoria diferente.
Este paso significó que ambas sondas estaban oficialmente en el espacio interestelar, donde ahora estudian el plasma, el campo magnético y los rayos cósmicos en una región que nunca antes habíamos explorado directamente.
¿Dónde están ahora?
En 2025, Voyager 1 se encuentra a más de 25.000 millones de kilómetros de la Tierra, mientras que Voyager 2 está a unos 20.000 millones de kilómetros. A esa distancia, la luz tarda casi un día entero en viajar desde la nave hasta la Tierra. Y sin embargo, seguimos recibiendo sus señales.
A pesar de contar con tecnología de los años 70, ambas sondas continúan funcionando gracias a sus generadores termoeléctricos de plutonio. Sin embargo, cada año pierden unos 4 vatios de potencia, lo que ha obligado a apagar varios instrumentos no esenciales.
Ingeniería al límite: cómo se mantienen vivas
En los últimos años, los ingenieros del Jet Propulsion Laboratory (JPL) han tenido que realizar verdaderas proezas técnicas para mantener las Voyager activas:
En 2024, Voyager 1 sufrió una falla crítica que le impidió enviar datos comprensibles durante varios meses. En abril de 2025, lograron reprogramar la nave desde la Tierra para restablecer la comunicación.
En mayo de 2025, activaron propulsores que llevaban 37 años sin uso para mantener la antena apuntando hacia nuestro planeta.
Estos logros no solo prolongan su vida útil, sino que demuestran la robustez del diseño original y la tenacidad del equipo que las opera.
¿Qué queda por descubrir?
Aunque sus instrumentos son limitados, las Voyager siguen enviando datos sobre el medio interestelar: la densidad del plasma, ondas de choque solares y la interacción entre la heliosfera y el espacio profundo. En 2024, Voyager 1 detectó una región extremadamente caliente, con temperaturas que alcanzan los 30.000 °C, lo que podría cambiar los modelos sobre el entorno solar exterior.
Además, Voyager 2 proporciona una visión complementaria desde otro ángulo, ayudando a construir un mapa tridimensional del entorno galáctico inmediato.
El mensaje dorado para otras civilizaciones
Ambas sondas llevan el famoso “Golden Record”, un disco de cobre bañado en oro que contiene saludos en 55 idiomas, sonidos de la Tierra, música clásica y tradicional, imágenes de la vida humana y un mensaje grabado del entonces presidente Jimmy Carter.
Es, en palabras de Carl Sagan, uno de los principales impulsores del proyecto, “una botella lanzada al océano cósmico”. Aunque la probabilidad de que alguien lo encuentre es infinitesimal, el gesto representa la esperanza y curiosidad humanas llevadas al límite.
¿Qué pasará después?
Se estima que la energía de ambas sondas se agotará entre 2030 y 2036. Después de eso, dejarán de enviar datos, pero seguirán viajando por el espacio a más de 60.000 km/h, orbitando la galaxia durante millones de años.
Si alguien las encuentra algún día, el Golden Record seguirá intacto, una cápsula del tiempo flotando entre las estrellas, con un mensaje de una civilización que quiso conocer el universo.
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