Las estatuas de Hugo Chávez han sido el blanco del malestar provocado por la decisión del Consejo Nacional Electoral de Venezuela de declarar ganador de las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio al aspirante a la reelección, Nicolás Maduro.
El lunes se registraron 187 protestas en 20 de los 23 estados, de acuerdo con la organización Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS). En algunas de estas manifestaciones, cinco efigies en honor al militar, quien gobernó desde 1999 hasta su muerte en marzo de 2013, fueron derribadas por los manifestantes.
La represión violenta de las protestas ha dejado varios muertos, aunque la información por el momento es confusa en cuanto al número. Según la ONG Foro Penal, al menos seis personas habrían perdido la vida (una en Aragua, una en Táchira, dos en Yaracuy y dos en Zulia), mientras que la organización Encuesta Nacional de Hospitales ha registrado tres fallecidos, dos en Maracay y uno en Caracas. También hay decenas de heridos.
Esta no es la primera vez que monumentos en honor al desaparecido líder de la llamada “Revolución bolivariana” han sido destruidos. Algo similar ocurrió en 2017 y en 2019. No obstante, lo llamativo de esta ocasión es el número de estatuas atacadas y el breve lapso de tiempo en el que ocurrió.
Sin embargo, hay quienes observan otra diferencia: quiénes protagonizaron los hechos.
“Maduro logró, con su conducta y comportamiento antipopular, que ese pueblo que tanto amaba a Chávez sea hoy el que derribe sus estatuas y salga a protestar contra su supuesta reelección”, afirmó a BBC Mundo una exalta funcionaria. Varias de las regiones donde se registraron los ataques contra los monumentos eran consideradas bastiones electorales del chavismo hasta no hace mucho.
Por ejemplo, en el costero estado La Guaira, ubicado apenas a 30 kilómetros al norte de Caracas, no ha habido un gobernador distinto al oficialismo desde 1998. Algo similar ha ocurrido en Falcón, a unos 445 kilómetros al noroeste de la capital venezolana. Los derribos de las estatuas no parecen haber sido ordenados por ningún sector de la oposición, sino que fueron resultado de los desórdenes en los que degeneraron algunas de las manifestaciones espontáneas registradas el mismo día en el que el CNE, organismo controlado por el oficialismo, proclamó a Maduro como presidente reelecto.
Sin embargo, hay quienes creen que estas acciones son contraproducentes para los objetivos del sector que busca desplazar al chavismo del poder.
“Esto tiene un peso simbólico, pero no le hace ningún favor a los sectores democráticos venezolanos”, afirmó a BBC Mundo la analista política Carmen Beatriz Fernández. “Cuando uno ve los datos que la oposición sostiene que son los verdaderos, pues ves que un 30% del electorado votó por Maduro y antes seguramente votaron por Chávez. Todavía uno de cada tres electores es chavista y este tipo de acciones podría galvanizar al chavismo”, explicó la profesora de la Universidad de Navarra (España).
“Las estatuas se deben tumbar cuando cambia el régimen, no antes”, remató, en clara alusión a lo ocurrido en Irak, luego de la invasión estadounidense en 2003, o a lo que pasó tras el colapso de la Unión Soviética a principios de la década de 1990.
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